martes, 1 de noviembre de 2011

Un espejo de la actualidad.

A mediados del siglo V d.c.,Rómulo Augusto, último emperador de lo que quedaba del imperio romano de occidente, fue depuesto por el bárbaro Odoacro, que devolvió al emperador de oriente, Zenón, las insignias del imperio. Era el final del largo declive romano.
¿Qué había sucedido en los cuatro siglos que van desde el esplendor de la Roma de Augusto hasta el final de un imperio que murió en silencio?.
Los éxitos militares de Cesar y la posterior paz impuesta en todo el imperio por Augusto, les pusieron a la cabeza del mundo, un trozo de tierra habitado por ciudadanos civilizados regidos por leyes , pero rodeados por un mundo de bárbaros que en poco se diferenciaban en la forma de pensar a los hombres del neolítico. La consecución de estos logros llegó tras una lucha de poderes entre las principales estirpes de los patricios, fundadores de Roma, que acabó con los mejores y más intrépidos de ellos, mientras que los cobardes y mezquinos sobrevivieron a las sucesivas matanzas. Cuanto más crecía el poder de Roma más ruines eran sus gobernantes.
El vacío que quedó en la sociedad romana fue llenada por ordas de bárbaros: -el Godo, el Franco, el Normando y el Lombardo con la podredumbre de la vieja Roma para formar un mosaico de razas híbridas, todas ellas notables por la ferocidad, el odio, la estupidez, la insidia, la codicia y la brutalidad...-según palabras del escritor Thomas Merton.

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