Luis II de Baviera, rey de Prusia, rey depuesto por las intrigas de su familia: incapaz de gobernar, se le diagnosticó esquizofrenia paranoide, para sus súbditos, el rey loco.
Su juventud marcó claramente el rumbo que iba a seguir su vida: un desequilibrio entre una más que estricta educación y por otro lado un niño al que se le concedían todos sus caprichos por absurdos que fueran.
Subió al trono muy joven: tan solo con dieciocho años. Vivía rodeado de una pandilla de políticos intrigantes y por una familia sin escrúpulos, con Europa sumida en pequeñas guerras,pero a él nada de eso le importaba. Hubiese querido ser un príncipe azul, un Lohengrin, un Tristan, y vivir su mundo de fantasía metido en el fabuloso castillo que se hizo construir.
Aparte de esto, solo estaba interesado en la música de Wagner: a los dieciocho años presenció su primera ópera, el Lohengrin de Wagner, y desde ese día su vida quedó íntimamente ligada a las obras del compositor alemán. Acudía a tantas representaciones como podía, muchas veces de incógnito, desplazándose en un tren exclusivo para sus llevar a cabo sus caprichos.
En las funciones de Wagner siempre había un palco reservado para el rey que, siempre que podía ,utilizaba de forma anónima . Era como más disfrutaba, en la oscuridad de su palco, lejos de las miradas del público, que ni en broma se imaginaba que su rey estaba entre ellos, se perdía en la música evocadora de Wagner, se encontraba a sí mismo entre aquellos héroes de leyenda que cantaban sus aventuras.
Fuera del teatro la vida era otra cosa: incapaz de comportarse como se esperaría de un monarca, cada vez se alzaban más voces clamando su destitución. Así, el vulgo no tardó en apodarle como "el rey loco", y finalmente se le diagnosticó esquizofrenia , cosa que le obligó a dimitir entrando en una depresión de la que no iba a salir.
Wagner falleció en 1883, sumiendo a Luis II en una depresión más profunda todavía. Los médicos reales, temiendo que intentara suicidarse, optaron por buscarle un retiro en la tranquila campiña de Prusia, cerca del lago Stanberg.
Una tarde, Luis pidió a su médico permiso para pasear alrededor del lago, y el médico, confiado por la mejoría que su paciente había experimentado desde su estancia en esos parajes, accedió, dando órdenes a los guardas para que les dejaran solos a los dos aquella tarde.
Ya no volvieron a verlos vivos. Los encontraron flotando en medio del lago.
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