lunes, 28 de noviembre de 2011
Tres Tristes Trágicos
Tres tristes trágicos, eso es lo que nos queda de los centenares de autores y millares de obras de tragedia griega en general generados desde tiempos arcaicos hasta finales de la edad antigua. Snell ha contabilizado hasta 256 autores de tragedia griega pero solo tres han pasado la dura prueba de la historia: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Es un poco triste, no?, aun pensando, y sin poder comprobarlo, que al menos se han conservado los tres tragediografos más importantes que dió la Grecia clásica, las obras que de ellos conservamos son una mínima parte de su producción total y por lo que parece difíciles de interpretar en nuestra época y en nuestras lenguas actuales. Concretamente de Esquilo se conservan siete tragedias cuando se sabe que al menos escribió setenta y tres (códice Mediceo). de Sófocles se conservan otras siete tragedias mientras que de Eurípides contamos con dieciocho. Treinta y dos en total, de las centenares que sumarían las producidas por los tres trágicos del siglo V a.c o de las miles creadas en total, que desastre.
viernes, 25 de noviembre de 2011
F.C. BARCELONA versus CRISIS
Estos cuatro últimos años de dura crisis que estamos sufriendo en España han coincidido con una formidable racha de victorias en todas las competiciones por parte del fútbol club Barcelona. A medida que el país se ha ido emprobreciendo y los políticos autóctonos y europeos perdiendo su prestigio, los jugadores del Barcelona han pasado a ser considerados algo así como los héroes de nuestros tiempos y su entrenador, Josep Guardiola, es idolatrado en Catalunya de tal manera que ha tenido que ser él quien nos diga qué tenemos que hacer los ciudadanos para salir de la ruina que se nos ha venido encima.
La prensa y tv de Catalunya dedican cada vez más tiempo a hablar del equipo, de los jugadores y de Guardiola, olvidando por supuesto que existen otros deportes y otros equipos de fútbol.Pero lo peor es como ha calado el equipo en la vida cotidiana: no hay político que, en algún momento de su discurso, ponga, a modo de ejemplo, al Barcelona o a su entrenador, en la tertulias radiofónicas da igual el tema que traten ya que siempre acaban hablando de fútbol, en la publicidad no te digo nada, en fin, parece ser que solo exista el Barça.
Yo todo esto lo digo como un aviso hacia nuestra sociedad, no hacia el equipo, del que soy simpatizante. Estamos muy mal, quizás por eso buscamos héroes donde en mi opinión, no los hay. Quizás sería mejor volver la vista atrás, hacia los ideales verdaderos que nos dejó el mundo clásico .
La prensa y tv de Catalunya dedican cada vez más tiempo a hablar del equipo, de los jugadores y de Guardiola, olvidando por supuesto que existen otros deportes y otros equipos de fútbol.Pero lo peor es como ha calado el equipo en la vida cotidiana: no hay político que, en algún momento de su discurso, ponga, a modo de ejemplo, al Barcelona o a su entrenador, en la tertulias radiofónicas da igual el tema que traten ya que siempre acaban hablando de fútbol, en la publicidad no te digo nada, en fin, parece ser que solo exista el Barça.
Yo todo esto lo digo como un aviso hacia nuestra sociedad, no hacia el equipo, del que soy simpatizante. Estamos muy mal, quizás por eso buscamos héroes donde en mi opinión, no los hay. Quizás sería mejor volver la vista atrás, hacia los ideales verdaderos que nos dejó el mundo clásico .
viernes, 11 de noviembre de 2011
La elección
Cuenta la leyenda que en su juventud, Hércules tuvo que escoger entre llevar una vida virtuosa o por el contrario entregarla al vicio. Pocos años después, Aquiles se vería en la misma encrucijada al tener que decidir entre tener una larga vida en paz reinando en Tesalia o bien en tener una vida de corta duración y alcanzar la gloria en Troya.
Ambos escogieron la vía más difícil, es decir, llevar una vida virtuosa y alcanzar la inmortal fama. Por eso son Héroes y hoy los seguimos recordando, sus actos y sus gestas, que permanecen en el tiempo como ejemplo del ideal supremo.
Ambos escogieron la vía más difícil, es decir, llevar una vida virtuosa y alcanzar la inmortal fama. Por eso son Héroes y hoy los seguimos recordando, sus actos y sus gestas, que permanecen en el tiempo como ejemplo del ideal supremo.
viernes, 4 de noviembre de 2011
La guerra de troya: Paris en Esparta.
Menelao y su hermano Agamenón, eran llamados los Átridas, es decir, los hijos de Atreo. Eran descendientes de una familia real castigada por la desgracia y el horror: el último de ellos, cometido por Atreo, que ultrajado por su hermano Tiestes, le invitó a una cena en la que para el plato sorpresa cocinaron a los dos hijos de éste. Tiestes se los comió sin sospechar nada y al llegar los postres le presentaron en una bandeja las cabezas de sus dos retoños.
Con un padre así imaginaos como saldrían los hijos. En verdad Menelao y sobretodo Agamenón, consiguieron que todos los caudillos y reyes del continente griego se pusieran a su servicio.
Pues bien, Menelao se limitaba seguir las instrucciones de Agamenón en lo que respectaba a la política, siendo su mayor conquista Helena, su mujer, que había sido pretendida por los más ilustres héroes y reyes de Grecia pero que él, pese a su mediocridad, había conquistado.
Helena era la hermana menor de Cástor y Pólux, dos héroes, ya fallecidos, que se embarcaron junto a Jasón en la nave Argos. También tenía una hermana, Clitemnestra, casada con Agamenón.
Ya desde la tierna infancia destacó por su belleza y cuando apenas tenía doce años fue raptada por Teseo, que entonces, según escribe Plutarco, ya era un cincuentón. Dejó a la niña en una aldea cercana a Atenas, hasta que sus hermanos Castor y Pólux dieron con ella y, tras combatir con sus guardianes, la llevaron de regreso a su casa.
La niña empezó a convertirse en mujer y el número de pretendientes crecía a cada día que pasaba. Así, cuando llegó la hora de buscarle marido, ya había oficialmente treinta y seis candidatos esperando su elección, algunos de ellos tan ilustres como Ayax, Diomedes, Filoctetes, Menelao, Patroclo y Ulises.
Mientras esperaban la decisión de Helena, trabaron una amistad entre ellos que decidieron reforzar con un juramento: independientemente de quien fuera el afortunado, el resto de los pretendientes acudiría en su ayuda en caso de surgir algún problema con Helena.
Como ya hemos dicho, Helena se decidió por Menelao y, tras la boda, se trasladó a Esparta junto a su marido, donde vivió una vida tan cómoda como aburrida, preguntándose en sus meditaciones más íntimas porqué había escogido a Menelao como marido.
Pero retomemos el hilo de la historia: Paris, tras agasajar a Menelao con los más lujosos presentes, es invitado a una cena en el palacio real. Menelao lo hace sentar a su mesa, la más importante de cuantas había en el gran salón del palacio, a su lado izquierdo, mientras que a su lado derecho deja un asiento vacío. Entonces aparece Helena, ante la admiración de todos los comensales, igual a una Diosa, y sus miradas, por primera vez, se cruzan. Este es un instante histórico, unos segundos que marcarán el futuro, una guerra que acabará con la vida de los mejores guerreros y supondrá prácticamente el fin de la edad de los héroes.
Efectivamente, algo se enciende en los pechos de los jóvenes con solo verse, una atracción que los poetas intentarían explicar como un deseo encendido por los Dioses, algo que les haría huir, de noche, del palacio y de Esparta. Empezaba la guerra, pero ellos aun no eran conscientes de ello.
Menelao y el resto de comensales quedaron encantados por la buena presencia y encanto del hijo de Príamo, y le rogaron que pasara una temporada en la corte a lo que Paris , naturalmente, aceptó encantado. Los primeros días en Esparta no fueron propicios para que la joven pareja pudiera encontrarse, ni siquiera en la sombra de la noche, ya que Menelao estaba encantado con su nuevo invitado y requería constantemente su presencia. Pero, un tiempo después, se presentó una oportunidad para Paris: Menelao debía partir para Creta, y le rogaba que mientras durase su viaje permaneciera en Esparta , cosa que el troyano aprovechó para poner rumbo a su tierra llevándose consiguó a Helena.
Menelao, de vuelta de Creta, al enterarse del rapto de su mujer, montó en cólera y prometió venganza, pero cuando supo, a través de testigos de la huída, que Helena había abandonado Esparta voluntariamente por amor hacia Paris, se desinfló y ya nada le importaba. ¿Para que ir tras Helena si ésta le había traicionado?, además, no se le escapaba que Troya contaba con un ejército poderoso comandado por un hijo de Príamo, un tal Héctor, del que decían no había otro igual dirigiendo a sus hombres ni en la lucha cuerpo a cuerpo.
Aun así, la notícia de la huída llegó a oídos de Agamenón, su hermano mayor. Éste, que había conseguido ser rey de reyes, podía convocar y reunir los distintos ejércitos de Grecia siempre y cuando tuviera para ello una buena causa. Troya suponía un botín formidable, a medida de su ambición, pero la buena labor diplomática llevada por Príamo durante años había conseguido que los reyes de Grecia sintieran simpatía por la ciudad de ultramar. Ahora se presentaba una oportunidad y Agamenón, que tenía de todo menos escrúpulos, hizo ver a su hermano Menelao que tal afrenta a su honor no podía ser olvidada y que él estaba dispuesto a liderar una expedición contra los troyanos para librarle de tan gran deshonor. Menelao, como siempre había hecho, se dejó llevar como un corderito, y puso la venganza en manos de su hermano.
AgamenónMenelao, que se había tomado esa promesa un poco a la ligera, empezó a sospechar del ardor que ponía su hermano por ayudarle.
Con un padre así imaginaos como saldrían los hijos. En verdad Menelao y sobretodo Agamenón, consiguieron que todos los caudillos y reyes del continente griego se pusieran a su servicio.
Pues bien, Menelao se limitaba seguir las instrucciones de Agamenón en lo que respectaba a la política, siendo su mayor conquista Helena, su mujer, que había sido pretendida por los más ilustres héroes y reyes de Grecia pero que él, pese a su mediocridad, había conquistado.
Helena era la hermana menor de Cástor y Pólux, dos héroes, ya fallecidos, que se embarcaron junto a Jasón en la nave Argos. También tenía una hermana, Clitemnestra, casada con Agamenón.
Ya desde la tierna infancia destacó por su belleza y cuando apenas tenía doce años fue raptada por Teseo, que entonces, según escribe Plutarco, ya era un cincuentón. Dejó a la niña en una aldea cercana a Atenas, hasta que sus hermanos Castor y Pólux dieron con ella y, tras combatir con sus guardianes, la llevaron de regreso a su casa.
La niña empezó a convertirse en mujer y el número de pretendientes crecía a cada día que pasaba. Así, cuando llegó la hora de buscarle marido, ya había oficialmente treinta y seis candidatos esperando su elección, algunos de ellos tan ilustres como Ayax, Diomedes, Filoctetes, Menelao, Patroclo y Ulises.
Mientras esperaban la decisión de Helena, trabaron una amistad entre ellos que decidieron reforzar con un juramento: independientemente de quien fuera el afortunado, el resto de los pretendientes acudiría en su ayuda en caso de surgir algún problema con Helena.
Como ya hemos dicho, Helena se decidió por Menelao y, tras la boda, se trasladó a Esparta junto a su marido, donde vivió una vida tan cómoda como aburrida, preguntándose en sus meditaciones más íntimas porqué había escogido a Menelao como marido.
Pero retomemos el hilo de la historia: Paris, tras agasajar a Menelao con los más lujosos presentes, es invitado a una cena en el palacio real. Menelao lo hace sentar a su mesa, la más importante de cuantas había en el gran salón del palacio, a su lado izquierdo, mientras que a su lado derecho deja un asiento vacío. Entonces aparece Helena, ante la admiración de todos los comensales, igual a una Diosa, y sus miradas, por primera vez, se cruzan. Este es un instante histórico, unos segundos que marcarán el futuro, una guerra que acabará con la vida de los mejores guerreros y supondrá prácticamente el fin de la edad de los héroes.
Efectivamente, algo se enciende en los pechos de los jóvenes con solo verse, una atracción que los poetas intentarían explicar como un deseo encendido por los Dioses, algo que les haría huir, de noche, del palacio y de Esparta. Empezaba la guerra, pero ellos aun no eran conscientes de ello.
Menelao y el resto de comensales quedaron encantados por la buena presencia y encanto del hijo de Príamo, y le rogaron que pasara una temporada en la corte a lo que Paris , naturalmente, aceptó encantado. Los primeros días en Esparta no fueron propicios para que la joven pareja pudiera encontrarse, ni siquiera en la sombra de la noche, ya que Menelao estaba encantado con su nuevo invitado y requería constantemente su presencia. Pero, un tiempo después, se presentó una oportunidad para Paris: Menelao debía partir para Creta, y le rogaba que mientras durase su viaje permaneciera en Esparta , cosa que el troyano aprovechó para poner rumbo a su tierra llevándose consiguó a Helena.
Menelao, de vuelta de Creta, al enterarse del rapto de su mujer, montó en cólera y prometió venganza, pero cuando supo, a través de testigos de la huída, que Helena había abandonado Esparta voluntariamente por amor hacia Paris, se desinfló y ya nada le importaba. ¿Para que ir tras Helena si ésta le había traicionado?, además, no se le escapaba que Troya contaba con un ejército poderoso comandado por un hijo de Príamo, un tal Héctor, del que decían no había otro igual dirigiendo a sus hombres ni en la lucha cuerpo a cuerpo.
Aun así, la notícia de la huída llegó a oídos de Agamenón, su hermano mayor. Éste, que había conseguido ser rey de reyes, podía convocar y reunir los distintos ejércitos de Grecia siempre y cuando tuviera para ello una buena causa. Troya suponía un botín formidable, a medida de su ambición, pero la buena labor diplomática llevada por Príamo durante años había conseguido que los reyes de Grecia sintieran simpatía por la ciudad de ultramar. Ahora se presentaba una oportunidad y Agamenón, que tenía de todo menos escrúpulos, hizo ver a su hermano Menelao que tal afrenta a su honor no podía ser olvidada y que él estaba dispuesto a liderar una expedición contra los troyanos para librarle de tan gran deshonor. Menelao, como siempre había hecho, se dejó llevar como un corderito, y puso la venganza en manos de su hermano.
AgamenónMenelao, que se había tomado esa promesa un poco a la ligera, empezó a sospechar del ardor que ponía su hermano por ayudarle.
martes, 1 de noviembre de 2011
Un espejo de la actualidad.
A mediados del siglo V d.c.,Rómulo Augusto, último emperador de lo que quedaba del imperio romano de occidente, fue depuesto por el bárbaro Odoacro, que devolvió al emperador de oriente, Zenón, las insignias del imperio. Era el final del largo declive romano.
¿Qué había sucedido en los cuatro siglos que van desde el esplendor de la Roma de Augusto hasta el final de un imperio que murió en silencio?.
Los éxitos militares de Cesar y la posterior paz impuesta en todo el imperio por Augusto, les pusieron a la cabeza del mundo, un trozo de tierra habitado por ciudadanos civilizados regidos por leyes , pero rodeados por un mundo de bárbaros que en poco se diferenciaban en la forma de pensar a los hombres del neolítico. La consecución de estos logros llegó tras una lucha de poderes entre las principales estirpes de los patricios, fundadores de Roma, que acabó con los mejores y más intrépidos de ellos, mientras que los cobardes y mezquinos sobrevivieron a las sucesivas matanzas. Cuanto más crecía el poder de Roma más ruines eran sus gobernantes.
El vacío que quedó en la sociedad romana fue llenada por ordas de bárbaros: -el Godo, el Franco, el Normando y el Lombardo con la podredumbre de la vieja Roma para formar un mosaico de razas híbridas, todas ellas notables por la ferocidad, el odio, la estupidez, la insidia, la codicia y la brutalidad...-según palabras del escritor Thomas Merton.
¿Qué había sucedido en los cuatro siglos que van desde el esplendor de la Roma de Augusto hasta el final de un imperio que murió en silencio?.
Los éxitos militares de Cesar y la posterior paz impuesta en todo el imperio por Augusto, les pusieron a la cabeza del mundo, un trozo de tierra habitado por ciudadanos civilizados regidos por leyes , pero rodeados por un mundo de bárbaros que en poco se diferenciaban en la forma de pensar a los hombres del neolítico. La consecución de estos logros llegó tras una lucha de poderes entre las principales estirpes de los patricios, fundadores de Roma, que acabó con los mejores y más intrépidos de ellos, mientras que los cobardes y mezquinos sobrevivieron a las sucesivas matanzas. Cuanto más crecía el poder de Roma más ruines eran sus gobernantes.
El vacío que quedó en la sociedad romana fue llenada por ordas de bárbaros: -el Godo, el Franco, el Normando y el Lombardo con la podredumbre de la vieja Roma para formar un mosaico de razas híbridas, todas ellas notables por la ferocidad, el odio, la estupidez, la insidia, la codicia y la brutalidad...-según palabras del escritor Thomas Merton.
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